Pobreza energética se refiere al desigual acceso que tienen los hogares para obtener servicios energéticos de calidad. Estos permitan cubrir necesidades fundamentales y básicas, como el agua caliente, la iluminación, el uso de electrodomésticos, cocción de alimentos, aislación de viviendas, abrigo, entre otras.
La investigadora de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y coordinadora de la Red de Pobreza Energética (RedPE) Anahí Urquiza, describe que para cubrir estas necesidades, se da una combinación entre los aparatos energéticos y las fuentes de energía para su utilización. Por ejemplo, un aparato puede ser una cocina y su fuente de energía puede ser la electricidad, el gas o la leña.
En este punto, la pobreza energética se relaciona con la contaminación atmosférica en nuestro país, especialmente en la zona sur. Esto ocurre por distintas razones, pero, principalmente, se debe a la baja eficiencia térmica de las viviendas, lo que impide mantener el calor necesario dentro del hogar. Para suplir esta carencia, las familias adquieren leña, ya que es más económica y más fácil de conseguir que otras fuentes (como el pellet, la parafina o la electricidad), es multifuncional (sirve para cocinar, calentar la casa, secar la ropa, entre otros usos), está arraigada culturalmente y además quienes la usan consideran que brinda un calor más confortable en comparación con otras fuentes.
Sin embargo, sucede que la leña utilizada generalmente no es de buena calidad y emite material particulado fino completamente respirable, también conocido como MP2,5, impactando en la atmósfera y en la salud de las personas. En 2017, el uso de leña para calefacción y cocción de alimentos representó el 94% de las emisiones de MP2,5 a nivel nacional.
Política Habitacional
En el invierno, son muchas las familias que utilizan leña para abrigarse y por este motivo, se elevan anualmente los índices de mala calidad del aire y también las tasas de enfermedades respiratorias.
Según el Ministerio del Medio Ambiente (MMA), en el año 2018 alrededor de 10 millones de personas se vieron expuestas a concentraciones de MP2,5 por sobre lo establecido en la normativa chilena actual y por la Organización Mundial de la Salud. Se generaron así cerca de 3.600 muertes prematuras en el mismo año.
Chile aún no ha establecido una política habitacional que apunte al mejoramiento de los estándares térmicos de viviendas nuevas y ya existentes.
Por estas razones, si se desea descontaminar y mejorar los índices de la calidad del aire y cumplir la normativa actual, los esfuerzos deben ser integrales. Además de poner el foco en el cambio de la leña a otra fuente energética más eficiente y menos contaminante, se deben considerar factores como la calidad de las casas, aumentando el estándar de la Norma Técnica de Viviendas y promoviendo su
mejoramiento térmico, la tecnología utilizada y la disponibilidad de fuentes energéticas limpias en los diferentes territorios.
Considerando esto, se debe promover el acceso a energía más eficiente, legislar sobre la calidad de la leña y los derivados de la madera como combustibles. Incentivar la generación residencial, contar con una tarifa dinámica de precios de electricidad y contar con una Ley de Eficiencia Energética nacional.